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20 DE SEPTIEMBRE DE 2016 | ROL DEL JUEGO EN LA SOCIEDAD

Hacia la deconstrucción de los juegos normativos

Para poder deconstruir los juegos “normativos” infantiles, es importante recordar que los imaginarios frente a las expectativas de rol de género, nacen desde el momento en que podemos hacer referencia a la sociedad como una forma de organización establecida, instituyéndose con el paso de los años una conserva cultural la cual va determinando el producto fijado para cada una estas -normas y leyes-.

Por Lic. Diana Marcela Rincón Sánchez
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Las expectativas de rol de género, se han ido consolidando a través de los años, por medio de creencias que sostienen las lógicas del sistema binario del sexo: hombre y mujer. Por ende, aún tiene cabida pensar, que la “masculinidad” y la “feminidad” deben dar cuenta de las construcciones sociales heteronormativas (Régimen sociopolítico y económico que impone las prácticas heterosexuales mediante diversos mecanismos sociales (artístico, educativos y religiosos), como único modelo válido de relación afectiva y de parentesco) del sexo.

¿Cómo se transmiten los roles al interior de las nuestras nodos sociales? y ¿Qué influencia tienen en la construcción identitaria en la infancia y adolescencia?
Las civilizaciones han asignado tareas, actitudes, características de personalidad, comportamientos, prácticas y dinámicas que dan cuenta de los quehaceres específicos de hombres y mujeres, con el fin de delimitar sus roles sociales. La palabra rol (role) deriva del latín rotula. Antiguamente en Grecia y Roma las partes dramáticas del teatro, estaban escritas en “rollos” y los apuntadores las leían a los actores para que las memorizaran. Fue hasta los siglos XVI y XVII, con el surgimiento del teatro moderno que estas partes dramáticas fueron leídas en “roles” o fascículos de papel. “De esta manera cada parte de la obra teatral se convirtió en un rol” (Moreno, J.L. (1993) PSICODRAMA. Buenos Aires: Lumen)
Los roles que jugamos en la cotidianidad no surgen del yo (self), sino que más bien es el yo el que se construye de nuestros papeles: es decir, son nuestros roles los precursores del yo. De hecho, antes y después del nacimiento de un niño, recae sobre él o ella un universo no diferenciado: una matriz de identidad la cual es existencial y no experimentada por ellos en sí mismos. Es gracias a esta matriz -construida socialmente- que van emergiendo a través de sus Ciclos Vitales, las fases graduales de su yo, a partir de los papeles simbólicos y específicos que el adulto le presenta.
De allí que los niños y las niñas mediante la observación y repetición de acciones, actividades y actitudes sociales, muestren a través de sus juegos el deber ser que los referentes más cercanos a su propio sexo realizan. No hasta hace mucho tiempo era más usual encontrar niñas jugando roles referentes a lo femenino, transmitidos por su madre, tías, abuelas, profesoras, etc., y a los niños jugando roles referentes a lo masculino transmitido por los varones adultos. De hecho hasta hoy en día algunos juegos siguen estando atravesados por estereotipos de rol de género, siendo reforzados por una visión adultocentrista como “verdaderos” y “válidos” para cada sexo.
De hecho, para nadie es un secreto que en plena posmodernidad, la familia y los círculos sociales que celebran el nacimiento de un/a niño/a antes de que nazca, se les asignan de manera estándar las formas de vestir, los colores de su ropa, los colores de su habitación y de sus objetos, los muñequitos de las sábanas, los del papel celofán, sus juguetes y peluches; todo esto dependiendo del sexo anunciado.
Las dinámicas y organizaciones sociales han cambiado través de los años por tanto también las prácticas que hombres y mujeres asocian generalmente a las expectativas de su rol de género. ¿Cómo pedirle entonces a un niño que no juegue con elementos de la cocina o con muñecas?, o una niña que no juegue fútbol, con carros o herramientas, cuando somos conscientes que a través de los ciclos de la vida, los adultos desarrollamos afinidades y afectividades por una actividad u otra independientemente del rol de género que “asumimos”. Y en suma, cómo pedirle a los niños y niñas, que no experimenten e interactúen con los diferentes objetos y prácticas sociales que se encuentran diariamente, si es gracias a su curiosidad y a su espontaneidad, que desarrollan su creatividad, sus vínculos y sus afinidades, mientras exploran paulatinamente sus habilidades motrices, sociales, somáticas, psíquicas y fisiológicas.
Los niños y las niñas encuentran un universo complejo de objetos los cuales, que para ellos, no tienen asociados un género en sí mismos: son substancialmente amorfos y carentes de la funcionalidad que el adulto le ha asignado. Estos empiezan hacerse extensiones de su cuerpo, logrando mediatizar sus deseos más instintivos; somos nosotros, las y los adultos quienes caemos en la trampa prejuiciosa, absoluta e incluso ya obsoleta, de enseñarles que los juguetes y sus prácticas de juego pertenecen o no a su sexo específico; y de esta manera vamos coercitivamente acotando la exploración de sus habilidades para una actividad u otra.
No puedo dejar de resaltar el papel fundante que tenemos en la construcción identitaria de las/los niños y los/las adolescentes. Somos en sus aprendizajes el pivote que permite y acompaña en sus diferentes experiencias lúdicas, en la exploración del medio, en su arte y la literatura: sus fantasías, sentimientos, temores, inquietudes y deseos más primigenios.
Si para nosotros las y los adultos es importante comprender el mundo interno de los niños y niñas, debemos empezar a flexibilizar nuestras propias conservas culturales, ser conscientes del momento en que estamos intentando moldear sus propios dialectos por medio de nuestros mandatos. Debemos empezar a reconocer que el juego en la infancia es diverso, multifacético y fantasioso; que por medio de éste los niños y las niñas logran elaborar las situaciones que han vivido pasivamente en la realidad; que gracias a él tienen acceso al reconocimiento del mundo y a la exploración de sus cinco sentidos; que gracias a sus deseos, a su curiosidad y el nuestro acompañamiento el juego puede ser un medio y fin de estimulación de su imaginación, creación y aprendizajes.
Para deconstruir pragmáticamente los juegos “normativos” en la infancia es necesario permitirles que ellos sean los expertos a la hora de escoger un juguete sin importar si es un carro, una pelota, una muñeca, un ejemplar de cocina, un avión, un villano, una barbie, un héroe, un tren, un peluche rosado, café, azul, etc. Mientras que la labor de las y los adultos está puesta en la calidad del acompañamiento: cuidando su integridad física y afectiva, validando, estimulando y conteniendo la exploración de sus relatos, sus habilidades motrices, psíquicas y sociales, ya que estas influyen directamente en la construcción subjetiva del niño.

Lic. Diana Marcela Rincón Sánchez. Licenciada en Psicología y Terapia Sistémica. Voluntaria IPA Argentina.

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